UNA CRÓNICA DE VIDA ETERNA ANUNCIADA
A Oscar Arnulfo Romero nunca lo vi, pero su mensaje vive en cada latido de los latinoamericanos. Lo mataron un 24 de marzo de 1980, cuando yo apenas tenia 3 años de vida, cuando jugaba al rezo repetitivo. El Luchaba por un cristianismo que yo solo recordaba en cada comida o al dormir, el pregonaba a un Cristo de justicia, a un Cristo que yo solo conocía en los cuadros de colores.
Cómo quisiera yo grabar en el corazón de cada uno esta gran idea: el cristianismo no es un conjunto de verdades que hay que creer, de leyes que hay que cumplir, de prohibiciones… El cristianismo es una persona, que me amó tanto, que reclama mi amor. El cristianismo es Cristo.
Un día lo vi por tele en blanco y negro. Era una película dedicada a él. Lo vi recién nombrado arzobispo de San Salvador, con su sotana roja, limpio y sagrado, y con los zapatos rechinantes, en cenas de gala con personas (para mi) de dudosos valores y llenas de dinero y sangre. Pero escuchaba a un amigo que nunca le dejo tranquilo: el jesuita padre Rutilio Grande.
Era, como dicen muchos, “de la línea conservadora de la iglesia católica”, pero los de terno y saco, confabulados con los galones militares de la injusticia, el 12 de marzo de 1977, asesinaron a su amigo-hermano, el padre Rutilio. Lo ajusticiaron por defender al indefenso, fue acribillado con dos humildes acompañantes. El arzobispo Romero tuvo su Esteban, rasgó sus vendas de una iglesia empotrada en 4 paredes. Pidió justicia y recibió silencio; pidió paz, le dieron balas; pidió y nunca recibió… Agarró su sotana limpia, secó el sudor de su frente y sus manos, sintió la palabra ardiendo en su vientre y empezó sus predicas.
"Si denuncio y condeno la injusticia es porque es mi obligación como pastor de un pueblo oprimido y humillado”…
“El Evangelio me impulsa a hacerlo y en su nombre estoy dispuesto a ir a los tribunales, a la cárcel y a la muerte" …”Una religión de misa dominical pero de semanas injustas no gusta al Señor. Una religión de mucho rezo pero con hipocresías en el corazón no es cristiana. Una Iglesia que se instalara sólo para estar bien, para tener mucho dinero, mucha comodidad, pero que olvidara el reclamo de las injusticias, no sería la verdadera Iglesia de nuestro divino Redentor”. (4 de diciembre de 1977)
Lanzó desde el púlpito frases reales por las que lo calificaron de “marxista”, que utilizaba el altar de Cristo para la política. El respondía simplemente:
“Aun cuando se nos llame locos, aun cuando se nos llame subversivos,comunistas y todos los calificativos que se nos dicen, sabemos que no hacemos más que predicar el testimonio subversivo de las bienaventuranzas, que le han dado vuelta a todo para proclamar buenaventuras a los pobres, buenaventuras a los sedientos de justicia, buenaventuras a los que sufren …” " La Iglesia no debe meterse en política, pero cuando la política toca el altar de la Iglesia , ¡a la Iglesia le toca defender su altar!" ( 11 de mayo de 1978)
Mons Romero sabía que firmaba su muerte, sabia que lo iban a matar por defender al indefenso, pero asumió su misión, remangó su habito, sus zapatos rechinaron (¿?)la conciencia de los militares asesinos e incomodó hasta el clero que no quería “ganarse” un pleito:
“No nos cansemos de denunciar la idolatría de la riqueza, que hace consistir la verdadera grandeza del hombre en tener y olvida que la verdadera grandeza es ser. No vale el hombre por lo que tiene, sino por lo que es”. (4 de noviembre de 1979)
“He estado amenazado de muerte frecuentemente. He de decirles que como cristiano no creo en la muerte sin resurrección: si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño. Lo digo sin ninguna jactancia, con gran humildad. Como pastor, estoy obligado, por mandato divino, a dar la vida por aquellos a quien amo, que son todos los salvadoreños, incluso por aquellos que vayan a asesinarme. Si llegasen a cumplirse las amenazas, desde ahora ofrezco a Dios mi sangre por la redención y por la resurrección de El Salvador. El martirio es una gracia de Dios, que no creo merecerlo. Pero si Dios acepta el sacrificio de mi vida, que mi sangre sea semilla de libertad y la señal de que la esperanza será pronto una realidad. Mi muerte, si es aceptada por Dios, sea para la liberación de mi pueblo y como un testimonio de esperanza en el futuro.Puede decir usted, si llegan a matarme, que perdono y bendigo a aquellos que lo hagan. De esta manera se convencerán que pierden su tiempo. Un obispo morirá, pero la Iglesia de Dios, que es el pueblo, nunca perecerá”. (marzo de 1980)
24 de marzo 1980: acallaron su voz con una bala en el corazón, en plena eucaristía. Craso error, nunca lo mataron, lo que hicieron fue convertir su misión en vida eterna.
Cuando esto ocurrió yo solo tenia 3 años; ahora, 29 años después, doy gracias a Romero. Nunca lo conocí, pero me dejo una herencia, un cristianismo de igualdad y de acción por lo justo. Que no te conviertes en cristiano cuando te mojan con agua, sino cuando asumes tu responsabilidad como tal. Gracias, Romero, por enseñarme que para la conversión a Cristo no hay edad: tu lo hiciste a los 60 años. Solo después pudiste decir:
“Muchos quisieran que el pobre siempre dijera que es "voluntad de Dios” que así viva. No es voluntad de Dios que unos tengan todo y otros no tengan nada. No puede ser de Dios. De Dios es la voluntad de que todos sus hijos sean felices”. (10 de septiembre de 1978) - (Ángel Ramos)
A Oscar Arnulfo Romero nunca lo vi, pero su mensaje vive en cada latido de los latinoamericanos. Lo mataron un 24 de marzo de 1980, cuando yo apenas tenia 3 años de vida, cuando jugaba al rezo repetitivo. El Luchaba por un cristianismo que yo solo recordaba en cada comida o al dormir, el pregonaba a un Cristo de justicia, a un Cristo que yo solo conocía en los cuadros de colores.
Cómo quisiera yo grabar en el corazón de cada uno esta gran idea: el cristianismo no es un conjunto de verdades que hay que creer, de leyes que hay que cumplir, de prohibiciones… El cristianismo es una persona, que me amó tanto, que reclama mi amor. El cristianismo es Cristo.
Un día lo vi por tele en blanco y negro. Era una película dedicada a él. Lo vi recién nombrado arzobispo de San Salvador, con su sotana roja, limpio y sagrado, y con los zapatos rechinantes, en cenas de gala con personas (para mi) de dudosos valores y llenas de dinero y sangre. Pero escuchaba a un amigo que nunca le dejo tranquilo: el jesuita padre Rutilio Grande.
Era, como dicen muchos, “de la línea conservadora de la iglesia católica”, pero los de terno y saco, confabulados con los galones militares de la injusticia, el 12 de marzo de 1977, asesinaron a su amigo-hermano, el padre Rutilio. Lo ajusticiaron por defender al indefenso, fue acribillado con dos humildes acompañantes. El arzobispo Romero tuvo su Esteban, rasgó sus vendas de una iglesia empotrada en 4 paredes. Pidió justicia y recibió silencio; pidió paz, le dieron balas; pidió y nunca recibió… Agarró su sotana limpia, secó el sudor de su frente y sus manos, sintió la palabra ardiendo en su vientre y empezó sus predicas.
"Si denuncio y condeno la injusticia es porque es mi obligación como pastor de un pueblo oprimido y humillado”…
“El Evangelio me impulsa a hacerlo y en su nombre estoy dispuesto a ir a los tribunales, a la cárcel y a la muerte" …”Una religión de misa dominical pero de semanas injustas no gusta al Señor. Una religión de mucho rezo pero con hipocresías en el corazón no es cristiana. Una Iglesia que se instalara sólo para estar bien, para tener mucho dinero, mucha comodidad, pero que olvidara el reclamo de las injusticias, no sería la verdadera Iglesia de nuestro divino Redentor”. (4 de diciembre de 1977)
Lanzó desde el púlpito frases reales por las que lo calificaron de “marxista”, que utilizaba el altar de Cristo para la política. El respondía simplemente:
“Aun cuando se nos llame locos, aun cuando se nos llame subversivos,comunistas y todos los calificativos que se nos dicen, sabemos que no hacemos más que predicar el testimonio subversivo de las bienaventuranzas, que le han dado vuelta a todo para proclamar buenaventuras a los pobres, buenaventuras a los sedientos de justicia, buenaventuras a los que sufren …” " La Iglesia no debe meterse en política, pero cuando la política toca el altar de la Iglesia , ¡a la Iglesia le toca defender su altar!" ( 11 de mayo de 1978)
Mons Romero sabía que firmaba su muerte, sabia que lo iban a matar por defender al indefenso, pero asumió su misión, remangó su habito, sus zapatos rechinaron (¿?)la conciencia de los militares asesinos e incomodó hasta el clero que no quería “ganarse” un pleito:
“No nos cansemos de denunciar la idolatría de la riqueza, que hace consistir la verdadera grandeza del hombre en tener y olvida que la verdadera grandeza es ser. No vale el hombre por lo que tiene, sino por lo que es”. (4 de noviembre de 1979)
“He estado amenazado de muerte frecuentemente. He de decirles que como cristiano no creo en la muerte sin resurrección: si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño. Lo digo sin ninguna jactancia, con gran humildad. Como pastor, estoy obligado, por mandato divino, a dar la vida por aquellos a quien amo, que son todos los salvadoreños, incluso por aquellos que vayan a asesinarme. Si llegasen a cumplirse las amenazas, desde ahora ofrezco a Dios mi sangre por la redención y por la resurrección de El Salvador. El martirio es una gracia de Dios, que no creo merecerlo. Pero si Dios acepta el sacrificio de mi vida, que mi sangre sea semilla de libertad y la señal de que la esperanza será pronto una realidad. Mi muerte, si es aceptada por Dios, sea para la liberación de mi pueblo y como un testimonio de esperanza en el futuro.Puede decir usted, si llegan a matarme, que perdono y bendigo a aquellos que lo hagan. De esta manera se convencerán que pierden su tiempo. Un obispo morirá, pero la Iglesia de Dios, que es el pueblo, nunca perecerá”. (marzo de 1980)
24 de marzo 1980: acallaron su voz con una bala en el corazón, en plena eucaristía. Craso error, nunca lo mataron, lo que hicieron fue convertir su misión en vida eterna.
Cuando esto ocurrió yo solo tenia 3 años; ahora, 29 años después, doy gracias a Romero. Nunca lo conocí, pero me dejo una herencia, un cristianismo de igualdad y de acción por lo justo. Que no te conviertes en cristiano cuando te mojan con agua, sino cuando asumes tu responsabilidad como tal. Gracias, Romero, por enseñarme que para la conversión a Cristo no hay edad: tu lo hiciste a los 60 años. Solo después pudiste decir:
“Muchos quisieran que el pobre siempre dijera que es "voluntad de Dios” que así viva. No es voluntad de Dios que unos tengan todo y otros no tengan nada. No puede ser de Dios. De Dios es la voluntad de que todos sus hijos sean felices”. (10 de septiembre de 1978) - (Ángel Ramos)
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